La intervención en “La Constancia mejicana” parte, en un primer momento, de leer el volumen existente como una serie de franjas sucesivas y paralelas entre sí.
A raíz de esta longitudinalidad crece el proyecto propuesto, el cual busca afianzar esta percepción con la creación de una calle, también paralela, que atravesará la Escuela de Hostelería.
Con esto, la calle principal que abrimos en la antigua sala de telares adquiere el carácter de elemento dominante, organizando todo el espacio interior y exterior. De esta forma, se conectan todas las zonas de la escuela, incluidos los patios de los extremos que sirven de patio o plaza según su ubicación. De igual forma, la apertura de esta calle facilita los accesos a cada uno de los volúmenes.
Además, se busca revitalizar el proyecto por medio de otras dos “calles”, como son la de la ribera del Atoyac y la más alejada de éste. Se trata de paseos verdes, que dentro de la propuesta adquirirían un papel secundario, aunque quedarían bien conectados con la principal y los espacios interiores más importantes gracias a tres calles transversales que las atraviesan.
Para reactivar la zona de la ribera, se ha abierto el paseo verde al río por medio de pasarelas y miradores, lo que sumado a su tratamiento como espacio verde, lo coloca casi al mismo nivel de importancia que la calle principal.